
El título de esta publicación puede sonar ridículo para algunos pues creen que la respuesta es obvia: de mi empresa. Claro, una marca puede ser registrada, además las legislaciones protegen a sus dueños contra personas que quieran robárselos, e incluso existen organizaciones a nivel mundial que velarán por los intereses de los dueños de marcas, como lo es la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI). Sin embargo aunque en teoría este es un activo de la empresa, es un gran error pensar que esta nos pertenece.
Una de las razones obvias es que gracias a Internet es muy difícil tener el control sobre esta. Cualquiera puede tomar el logo de nuestra marca e incluso dominios similares (aunque existen mecanismos para pelear por estos por medio de la OMPI) y aprovechar este nombre y status con diferentes fines. Muchas veces pueden ser clientes descontentos, que desean ser escuchados mediante críticas y burlas, pero otros casos puede ser temas de competencia desleal o incluso suplantación para realizar fraudes.
Así con el tiempo, las acciones de nuestra empresa le imprime un sello personal y característico a la marca, pero esta empieza a pertenecerle a los clientes. La razón es que cuando ellos logran generar un vinculo positivo con esta consiente o inconscientemente, reaccionarán ante los cambios. Cambios tan sencillos como la letra en el logo, pueden afectar negativamente un marca si esta nueva fuente no se relaciona con las necesidades que la marca le suple a los consumidores afectando incluso las ventas. Una reacción así hará que volvamos a la antigua letra.
Es por todo lo anterior que hoy más que nunca creo que la respuesta al título es que nuestra marca le pertenece a los clientes. Son ellos quienes se identifican con esta y deciden cuales cambios aceptan y cuales no. Querer imponerles lo que nosotros como empresarios deseamos es un gran error que puede llegar a ser costoso.
Imagen tomada de Flickr.com
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