
Dependiendo del grado de innovación y la importancia que se le da a este tema, he llagado a la conclusión de que las empresas las podemos dividir en 3 grandes grupos. Primero están las que no innovan, que usualmente innovaron en su lanzamiento y nunca más. Segundo están las que innovan esporádicamente, que es dónde se encuentran la mayoría de organizaciones. En este segundo grupo, la innovación se da cada cierto tiempo, que puede ser medido en meses en el mejor de los casos, pero usualmente es en años. Finalmente están las empresas que todo el tiempo innovan, que la innovación es parte de su cultura empresarial y su ADN.
La innovación por si sola nunca garantiza el éxito. Hay empresas que han innovado y sus productos no han sido aceptados por el mercado. En tal caso, han perdido dinero, status y mucho más. Sin embargo, pienso que la innovación aún con fracaso es positiva, pues de esta se aprende mucho. Con este aprendizaje se puede mejorar lo que se había propuesto antes, volver a lanzar y mirar que pasa. Este es un ciclo que debemos repetir constantemente y nunca parar, independiente de que los resultados sean positivos o negativos.
Frente a un potencial cambio, digamos uno que sea disruptivo y agresivo, la empresa tiene dos opciones: no hacer nada o lanzarse e innovar. En el primer caso, la empresa decide no arriesgar nada, pero tampoco ganará nada. Es una posición sencilla y cómoda. En el segundo caso, la empresa arriesga, pero los beneficios pueden ser muchos. Y vuelvo y repito, aún si fracasa, aprenderá de esta situación. Sin pensarlo dos veces, yo siempre elegiré la segunda opción.
Al arriesgar e innovar, sin saber lo que sucederá, estamos creando las condiciones para un mejor mañana. Tanto el éxito como el fracaso pueden ser el resultado de la innovación. Pero rara vez el éxito viene de no hacer nada y no innovar. De hecho, puede que el no innovar por el momento asegure una «tranquilidad relativa», pero alguien que innove en la competencia en algún momento será exitoso y nuestra tranquilidad se verá amenazada.
Entre los innovadores del segundo grupo, hay los que innovan proactivamente, que son pocos y los innovadores reactivos, que son la mayoría. A estos últimos también los llamo innovadores de supervivencia. Su innovación esporádica puede servir, pero están perdiendo grandes oportunidades. En cierta forma, solo innovan sobre modelos comprobados y seguros. Si cambiaran esta visión, estoy seguro que tendrían muchos beneficios adicionales y un éxito mucho más claro.
Mi invitación con este artículo es que en sus organizaciones empiecen a innovar, ojalá de forma permanente y proactivamente. Los riesgos pueden parecer altos, pero los beneficios son mucho mayores. Los mercados cada vez son más competitivos y se mueven a gran velocidad, de forma que quienes no innovan o lo hacen de forma precaria pierden mercado, oportunidades y tienen sobre ellos un fantasma de la desaparición.
Imagen tomada de Flickr.com
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