Cuando decidí crear empresa hace ya más de 10 años, pensaba en muchas cosas, incluyendo el éxito que quería tener, el dinero que iba a ganar, las relaciones comerciales que crearía, entre otros. Pero por alguna razón, entre mis primeras ideas el tema de los riesgos no estaba presente o por lo menos, no lo veía como algo prioritario. Afortunadamente (si, afortunadamente) con el paso del tiempo y el desarrollo del proyecto, el tema de los riesgos apareció y en su momento (y a tiempo) pude evaluarlos.
Los emprendedores solemos enamorarnos de nuestras ideas y no mirar más allá, en especial cuando estamos iniciando proyectos nuevos. Pienso que esto no está mal y es una de las cosas más interesantes de ser emprendedor. Sin embargo los emprendedores debemos analizar todo el espectro de posibilidades y darnos cuenta que así como existen cosas buenas, también hay cosas malas. Podemos estar a punto de reinventar la rueda, de crear el próximo gran avance tecnológico o de descubrir la fórmula perfecta para la generación de dinero, pero si no analizamos los riesgos la probabilidad de fracasar en el emprendimiento aumentará y mucho. Esto es así porque al desconocer los riesgos, ignoramos a que nos enfrentamos. Pero si por el contrario sabemos a qué nos enfrentamos, podremos mitigar y reducir los riesgos. Esta es la misma razón por la cual los pilotos usan instrumentos de navegación y los arquitectos utilizan planos: debemos saber a que nos enfrentamos.